La osteotomía es un procedimiento quirúrgico que consiste en cortar y remodelar el hueso para realinear las articulaciones dañadas, redistribuir el peso corporal hacia zonas más sanas y aliviar el dolor. Este tratamiento ortopédico se realiza principalmente en la rodilla, la cadera, la columna vertebral, el hombro, el codo, la mandíbula y los dedos de los pies, ofreciendo una alternativa especialmente valiosa para pacientes jóvenes y activos que desean retrasar la necesidad de un reemplazo articular completo.
Cómo funciona el tratamiento mediante osteotomía
La osteotomía es fundamentalmente un procedimiento de reconstrucción ósea que busca restaurar la función normal de las articulaciones afectadas por el desgaste, las deformidades o el daño del cartílago. El objetivo principal de este tratamiento es modificar la geometría del hueso para que el peso del cuerpo se distribuya de manera más equilibrada, aliviando la presión sobre las zonas articulares deterioradas y transfiriéndola hacia áreas donde el cartílago articular (el tejido que recubre los extremos de los huesos y permite que se deslicen suavemente) todavía se encuentra en buen estado.[1]
Este tipo de intervención se recomienda especialmente cuando el daño articular afecta solo a una parte de la articulación, no a toda su superficie. Por ejemplo, en la rodilla es común que la osteoartritis (una enfermedad degenerativa que destruye el cartílago con el tiempo) dañe más intensamente el lado interno de la articulación, provocando que la pierna se arquee hacia dentro o hacia fuera. En estos casos, la osteotomía permite corregir esa desalineación y prolongar la vida útil de la articulación natural.[2]
El tratamiento mediante osteotomía no solo se utiliza para la osteoartritis. También es una opción eficaz para corregir deformidades congénitas (presentes desde el nacimiento), reparar huesos que han sanado de forma incorrecta tras una fractura, corregir el crecimiento óseo anormal, igualar la longitud de las extremidades cuando una pierna es más larga que la otra, y tratar problemas como la displasia de cadera o el pinzamiento de cadera.[5]
Tipos de osteotomía según la localización
Existen distintos tipos de osteotomía según la articulación que se va a tratar. Cada uno tiene características específicas y está diseñado para abordar problemas particulares de alineación o desgaste articular.
Osteotomía de rodilla
La osteotomía de rodilla es el tipo más frecuente de este procedimiento y se realiza principalmente en personas jóvenes y activas que presentan osteoartritis en fase inicial que ha dañado solo un lado de la articulación. En esta intervención, el cirujano corta la tibia (hueso de la espinilla) por debajo de la rótula o el fémur (hueso del muslo) por encima de ella, dependiendo de dónde esté localizado el problema.[2]
Cuando se realiza una osteotomía tibial, el cirujano puede retirar una cuña de hueso del lado exterior de la tibia para corregir una rodilla arqueada hacia dentro, o puede abrir un espacio en forma de cuña en el lado interior del hueso y rellenarlo con injerto óseo para corregir una rodilla arqueada hacia fuera. El objetivo es redistribuir el peso del cuerpo desde el cartílago dañado del lado interno hacia el cartílago más sano del lado externo, o viceversa.[2]
Esta cirugía permite aliviar el dolor de forma significativa, mejorar la función de la rodilla y retrasar la necesidad de un reemplazo total de rodilla durante varios años, lo que resulta especialmente importante para pacientes más jóvenes que aún desean mantener un estilo de vida activo.[3]
Osteotomía de cadera
La osteotomía de cadera se utiliza principalmente para tratar dos problemas: la displasia de cadera y el pinzamiento de cadera. En la osteotomía periacetabular, el cirujano corta los tres huesos pélvicos (isquion, pubis e ilion) alrededor de la cavidad de la cadera para liberarla de su posición original y colocarla en una nueva ubicación más adecuada. Este tipo de osteotomía ayuda a que la cabeza del fémur se sitúe en una posición más normal, preservando la articulación del desgaste prematuro.[7]
En algunos casos, cuando el ángulo formado por el fémur y su cabeza es demasiado bajo o demasiado alto, puede ser necesaria una osteotomía femoral proximal. Esta intervención ayuda a que la cabeza femoral esté en una posición más normal y previene su desgaste acelerado. La displasia de cadera, aunque a menudo es congénita, puede no manifestarse hasta la adolescencia o la edad adulta, y la osteotomía es una de las opciones más efectivas para corregirla antes de que el daño articular sea irreversible.[7]
Osteotomías en otras articulaciones
Además de la rodilla y la cadera, las osteotomías pueden realizarse en numerosas localizaciones del cuerpo. En el dedo gordo del pie, por ejemplo, se utiliza para corregir deformidades como los juanetes. En la columna vertebral, puede servir para corregir deformidades o aliviar la presión sobre los nervios. En el hombro, el codo y la mandíbula, las osteotomías también se emplean para restaurar la alineación correcta y mejorar la función articular.[1]
El procedimiento quirúrgico paso a paso
Antes de la cirugía, el paciente se somete a una serie de pruebas para evaluar su estado de salud general. Estas pruebas suelen incluir análisis de sangre para comprobar los niveles de ciertos componentes sanguíneos y el funcionamiento de los órganos, análisis de orina para detectar infecciones o diabetes que puedan interferir con la curación del hueso, un electrocardiograma para verificar la actividad eléctrica del corazón, y una radiografía de tórax para asegurarse de que los pulmones funcionan correctamente antes de la anestesia.[1]
Durante el procedimiento, que generalmente se realiza bajo anestesia general o regional, el cirujano hace una incisión sobre la articulación afectada. En el caso de una osteotomía de cadera, por ejemplo, la incisión se hace en la parte frontal de la cadera, con una longitud aproximada de entre quince y veinte centímetros. El cirujano separa cuidadosamente los músculos para acceder al hueso sin dañar las estructuras circundantes.[7]
Una vez expuesto el hueso, el cirujano utiliza imágenes de rayos X en tiempo real (fluoroscopia) para guiarse con precisión mientras realiza los cortes necesarios. Dependiendo del tipo de osteotomía, puede retirar una cuña de hueso, abrir un espacio para insertar un injerto óseo, o simplemente reposicionar el hueso en una nueva alineación. Posteriormente, fija el hueso en su nueva posición utilizando placas metálicas, tornillos, alambres o clavos especiales diseñados para soportar las fuerzas biomecánicas de la articulación mientras el hueso cicatriza.[1]
En algunos casos, se utiliza injerto óseo para rellenar los espacios creados durante la cirugía o para estimular la curación. Este injerto puede proceder del propio paciente (generalmente de la cresta ilíaca de la pelvis), de un donante fallecido (aloinjerto), o puede ser un material sintético diseñado para favorecer el crecimiento óseo.[2]
Recuperación y rehabilitación tras la osteotomía
El proceso de recuperación después de una osteotomía depende de varios factores, incluyendo la localización y la extensión de la cirugía, así como la salud y la fortaleza general del paciente. Inmediatamente después de la intervención, es posible que se coloque un yeso o una férula para limitar el movimiento de la articulación afectada y proteger el hueso mientras cicatriza.[3]
La fisioterapia suele comenzar de forma inmediata tras el procedimiento, incluso mientras el paciente todavía está hospitalizado. Los ejercicios iniciales se centran en mantener el rango de movimiento de la articulación y prevenir la rigidez, así como en fortalecer gradualmente los músculos circundantes. El fisioterapeuta diseña un programa personalizado que evoluciona a medida que avanza la curación del hueso.[3]
Durante las primeras semanas, es probable que el paciente necesite usar muletas o un andador para evitar apoyar todo su peso sobre la extremidad operada. El tiempo durante el cual se debe limitar la carga de peso varía según el tipo de osteotomía, pero generalmente oscila entre seis y doce semanas. El cirujano monitoriza la curación del hueso mediante radiografías periódicas y ajusta las restricciones de actividad en consecuencia.[2]
La recuperación completa y el retorno a las actividades normales puede llevar varios meses. En el caso de una osteotomía de rodilla, por ejemplo, muchos pacientes pueden volver a caminar sin ayuda después de dos o tres meses, pero la recuperación total, incluyendo el retorno a actividades deportivas o laborales exigentes, puede tardar entre seis meses y un año. La paciencia y el cumplimiento estricto del programa de rehabilitación son fundamentales para obtener los mejores resultados.[2]
Candidatos ideales para una osteotomía
No todos los pacientes con problemas articulares son candidatos adecuados para una osteotomía. Los mejores candidatos suelen ser personas relativamente jóvenes y activas, generalmente menores de sesenta años, que presentan osteoartritis en fase inicial que afecta solo a una parte de la articulación, no a toda su superficie. Estos pacientes desean mantener un estilo de vida activo y prefieren retrasar el reemplazo articular tanto como sea posible.[3]
Para ser candidato a una osteotomía de rodilla, por ejemplo, el paciente debe tener un rango de movimiento de la rodilla razonablemente bueno, con una flexión de al menos 90 grados y una capacidad de extensión casi completa. Además, la articulación no debe presentar inestabilidad significativa de los ligamentos, y el daño al cartílago debe estar localizado principalmente en un lado de la rodilla.[2]
Los pacientes que presentan obesidad severa pueden no ser buenos candidatos para la osteotomía, ya que el exceso de peso corporal puede dificultar la curación del hueso y aumentar el riesgo de complicaciones. Del mismo modo, las personas con osteoartritis avanzada que afecta a múltiples compartimentos de la articulación pueden beneficiarse más de un reemplazo articular que de una osteotomía.[2]
Riesgos y complicaciones potenciales
Como cualquier procedimiento quirúrgico, la osteotomía conlleva ciertos riesgos y posibles complicaciones que los pacientes deben conocer antes de decidir someterse a la intervención. Aunque estas complicaciones son relativamente poco frecuentes cuando la cirugía la realiza un cirujano experimentado, es importante estar informado sobre ellas.
Uno de los riesgos principales es la formación de coágulos sanguíneos en las venas profundas de la pierna, conocida como trombosis venosa profunda. Para reducir este riesgo, los médicos suelen prescribir anticoagulantes después de la cirugía, junto con el uso de medias de compresión y dispositivos de compresión neumática intermitente en los pies para mejorar la circulación.[7]
La infección es otra complicación potencial, aunque poco común. Para prevenirla, se administran antibióticos intravenosos antes de la cirugía y se continúan durante las primeras veinticuatro horas después del procedimiento. Es fundamental vigilar de cerca la incisión en busca de signos de enrojecimiento, secreción o aumento del dolor, especialmente en zonas como la ingle donde la piel está más cerca de la articulación.[7]
La parálisis nerviosa temporal es un riesgo específico de algunas osteotomías, especialmente las de cadera. El nervio cutáneo femoral lateral, un nervio sensorial que proporciona sensibilidad a la parte frontal del muslo, se encuentra justo en la zona donde se realiza la cirugía. Existe aproximadamente un cincuenta por ciento de probabilidad de experimentar algo de entumecimiento en la parte frontal del muslo, aunque generalmente la sensibilidad regresa con el tiempo. Nervios más grandes y profundos, como el nervio femoral y el nervio ciático, también pueden verse afectados si se estiran durante una corrección quirúrgica extensa, pero esto es muy raro, ocurriendo en menos del uno por ciento de los casos.[7]
Otros riesgos incluyen la falta de consolidación del hueso (cuando el hueso no cicatriza correctamente), la consolidación incorrecta (cuando el hueso cicatriza en una posición no deseada), la rigidez articular persistente, y la necesidad de cirugías adicionales si el procedimiento inicial no produce los resultados esperados o si surgen complicaciones.[1]
Ventajas de la osteotomía frente al reemplazo articular
Una de las principales ventajas de la osteotomía en comparación con el reemplazo articular completo es que preserva la articulación natural del paciente. Esto es particularmente importante para personas jóvenes y activas, ya que una articulación natural, incluso si está parcialmente dañada, generalmente permite un mayor nivel de actividad física que una articulación artificial.[3]
Las prótesis articulares tienen una vida útil limitada, generalmente entre quince y veinte años, después de la cual pueden necesitar ser revisadas o reemplazadas. Los procedimientos de revisión son más complejos que los reemplazos primarios y tienen tasas más altas de complicaciones. Al realizar una osteotomía en pacientes más jóvenes, se puede retrasar significativamente la necesidad de un reemplazo articular, preservando la opción de la prótesis para cuando el paciente sea mayor y menos activo.[5]
Además, la osteotomía no elimina la posibilidad de realizar un reemplazo articular en el futuro si fuera necesario. De hecho, muchos pacientes que se someten a una osteotomía exitosa pueden disfrutar de varios años o incluso décadas de mejoría funcional antes de que eventualmente necesiten considerar un reemplazo articular. Esto les proporciona años adicionales de actividad y movilidad con su articulación natural.[2]
Resultados esperados y pronóstico a largo plazo
Los resultados de la osteotomía pueden ser muy satisfactorios para los pacientes adecuadamente seleccionados. La mayoría de las personas experimentan una reducción significativa del dolor y una mejora notable en la función articular después del procedimiento. En el caso de la osteotomía de rodilla, muchos estudios han demostrado que entre el setenta y el noventa por ciento de los pacientes obtienen buenos o excelentes resultados durante los primeros cinco a diez años después de la cirugía.[2]
Sin embargo, es importante tener expectativas realistas. La osteotomía no restaura la articulación a un estado completamente normal ni detiene por completo el proceso de la osteoartritis. Lo que hace es ralentizar la progresión del desgaste articular, redistribuir las fuerzas sobre la articulación de manera más uniforme y proporcionar un alivio sustancial del dolor durante un período significativo de tiempo.[3]
El éxito a largo plazo de la osteotomía depende de varios factores, incluyendo la precisión de la corrección quirúrgica, el grado de daño articular preexistente, el peso corporal del paciente, su nivel de actividad y su cumplimiento con el programa de rehabilitación. Los pacientes que mantienen un peso saludable, continúan con ejercicios de fortalecimiento muscular y evitan actividades de alto impacto tienden a obtener mejores resultados a largo plazo.[2]
Métodos de tratamiento más comunes
- Osteotomía de rodilla
- Osteotomía tibial alta para corregir desalineaciones de la tibia y redistribuir el peso desde el cartílago dañado hacia zonas más sanas de la rodilla
- Osteotomía femoral distal para corregir desalineaciones del fémur cuando el problema está localizado en el hueso del muslo
- Técnica de cuña de cierre, donde se retira una porción de hueso para corregir la alineación
- Técnica de cuña de apertura, donde se crea un espacio en el hueso que se rellena con injerto óseo para modificar el ángulo de la articulación
- Osteotomía de cadera
- Osteotomía periacetabular para corregir la displasia de cadera, reposicionando la cavidad acetabular para mejorar la cobertura de la cabeza femoral
- Osteotomía femoral proximal para corregir ángulos anormales entre el cuello y el cuerpo del fémur
- Tratamiento del pinzamiento femoroacetabular mediante remodelación de la cabeza femoral o el acetábulo
- Fijación interna
- Uso de placas metálicas y tornillos para mantener el hueso en su nueva posición durante la cicatrización
- Clavos intramedulares para osteotomías de huesos largos que requieren estabilización interna
- Alambres de fijación para osteotomías más pequeñas o en huesos de menor tamaño
- Injerto óseo
- Autoinjerto procedente del propio paciente, generalmente extraído de la cresta ilíaca pélvica
- Aloinjerto de donante cadavérico para rellenar espacios creados durante la osteotomía
- Sustitutos óseos sintéticos que estimulan el crecimiento y la regeneración del hueso natural
- Rehabilitación postoperatoria
- Fisioterapia inmediata para mantener el rango de movimiento articular y prevenir la rigidez
- Programa progresivo de fortalecimiento muscular adaptado a la fase de curación del hueso
- Uso de dispositivos de asistencia como muletas o andadores durante el período de carga limitada de peso
- Terapia de movimiento pasivo continuo en algunos casos para mantener la movilidad articular










